En matemáticas hemos terminado la unidad 3, la de las decenas. Les he dado los exámenes y han salido muy bien, pero aún así me queda la sensación de que muchos no entienden bien el concepto de decena, así que les he preparado una paleta de actividades (Inteligencias Múltiples) relacionadas con esto. En la parte de la inteligencia lingüística he encontrado una pequeña historia que pretende aclarar confusiones en los peques. Os la dejo aquí por si queréis conocerla y leerla con ellos en algún momento. En clase la leímos ayer y hoy otra vez, pero no está de más que vuelvan a escucharla.
Para la inteligencia naturalista, me gustaría que buscaseis con ellos una decena de flores, 10 flores, que ellos mismos las cojan y cuenten diez para que interioricen que 10 es igual a 1 decena. Cuando las traigan a clase volveremos a insistir en que 10 flores es igual a 1 decena de flores. Da igual el tipo de flor, que esté un poco pachucha o no, el caso es que haya 10 iguales.
Esta es el cuento que hemos trabajado en clase:
LAS UNIDADES QUE LLEGARON A SER DECENAS
En un lugar muy frío de cuyo nombre no puedo acordarme, vivían los números que ya vosotros conocéis: 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9. Ellos caminaban solos y estaban contentos porque todos tenían su nombre. Pero un día el 1 se puso a llorar:
-¿Por qué lloras? - Le preguntaron el resto de los números.
-Porque tenemos nombre, pero nos falta el apellido.
-Es verdad- dijeron todos a la vez.- Nos falta el apellido, nos falta el apellido.
Los números mientras caminaban solos por aquellos lugares tan fríos, pensaban y pensaban. Hasta que de pronto, el número uno dijo:
-Ya no estoy triste, ya tengo apellido, me llamaré “una unidad”.
Entonces el 0 dijo:
-Qué bien yo también me llamaré “cero unidades”
Entonces saltó el 2 y yo “dos unidades” y así siguió el tres unidades, cuatro unidades, cinco unidades, seis unidades, siete unidades, ocho unidades y nueve unidades. Se dieron cuenta que todos eran de la misma familia y que todos tenían que tener el mismo apellido.
Pasó un tiempo y aquellos números que eran unidades se sentían muy bien en aquel país del frío de cuyo nombre no puedo acordarme. Hasta que otro día, a la una unidad ( que era el número 1) se le ocurrió que si se juntaba con el “cero unidades” para jugar y caminar juntos, podían formar otro número que ya sabéis se llamó 10 y como le gustó, pasado un tiempo, se unió con otro 1 que por allí circulaba solo, para formar el 11, después lo hizo con el 2 y formó el 12 y más tarde formaron el 13, el 14, el 15, el 16, el 17, el 18 , el 19 y descubrieron que era muy divertido hacer las cosas de dos en dos.
Pero como siempre le pasaba al número 1, un día se puso triste y dijo que el 10 no tenía apellido.
Así, una vez más, el resto de los números tuvieron que pensar y pensar, hasta que al mismo 10 se dio cuenta y llamó a los otros:
- Ya lo tengo. Si yo me llamo diez y soy diez cosas, me llamaré “decena”
-Bien-dijeron los otros, pero entonces ¿Nos quitamos el apellido unidades cuando estemos juntos?
-Noooooo -Dijo el 10 - No. Yo por ejemplo, seré una decena y 0 unidades
- ¿Y yo? -dijo el número 11- ¿Cómo me llamaré yo entonces?
-Muy fácil- explicó el número 10- tu serás una decena y una unidad
- Y ¿Yo?- dijo el 12 que sabía que siempre iba detrás del 11
- Tú serás una decena y dos unidades
- Ya sé -dijo el 13- entonces yo seré una decena y tres unidades
-Es muy fácil- dijo el 14- yo una decena y cuatro unidades
-Sí, sí,-dijo el quince- siempre que esté el uno va a ser una decena porque hay diez cosas juntas y luego, cinco, seis, siete, ocho o nueve unidades.
-Bien bien gritaron ya todos porque lo habían entendido
Y desde entonces en aquel país del frío hizo más calor, porque la profesora Rebeca, había explicado a unos niños que vivían en otro lugar donde a veces también hacía frío, esta historia de cómo las unidades se hicieron decenas.
En un lugar muy frío de cuyo nombre no puedo acordarme, vivían los números que ya vosotros conocéis: 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9. Ellos caminaban solos y estaban contentos porque todos tenían su nombre. Pero un día el 1 se puso a llorar:
-¿Por qué lloras? - Le preguntaron el resto de los números.
-Porque tenemos nombre, pero nos falta el apellido.
-Es verdad- dijeron todos a la vez.- Nos falta el apellido, nos falta el apellido.
Los números mientras caminaban solos por aquellos lugares tan fríos, pensaban y pensaban. Hasta que de pronto, el número uno dijo:
-Ya no estoy triste, ya tengo apellido, me llamaré “una unidad”.
Entonces el 0 dijo:
-Qué bien yo también me llamaré “cero unidades”
Entonces saltó el 2 y yo “dos unidades” y así siguió el tres unidades, cuatro unidades, cinco unidades, seis unidades, siete unidades, ocho unidades y nueve unidades. Se dieron cuenta que todos eran de la misma familia y que todos tenían que tener el mismo apellido.
Pasó un tiempo y aquellos números que eran unidades se sentían muy bien en aquel país del frío de cuyo nombre no puedo acordarme. Hasta que otro día, a la una unidad ( que era el número 1) se le ocurrió que si se juntaba con el “cero unidades” para jugar y caminar juntos, podían formar otro número que ya sabéis se llamó 10 y como le gustó, pasado un tiempo, se unió con otro 1 que por allí circulaba solo, para formar el 11, después lo hizo con el 2 y formó el 12 y más tarde formaron el 13, el 14, el 15, el 16, el 17, el 18 , el 19 y descubrieron que era muy divertido hacer las cosas de dos en dos.
Pero como siempre le pasaba al número 1, un día se puso triste y dijo que el 10 no tenía apellido.
Así, una vez más, el resto de los números tuvieron que pensar y pensar, hasta que al mismo 10 se dio cuenta y llamó a los otros:
- Ya lo tengo. Si yo me llamo diez y soy diez cosas, me llamaré “decena”
-Bien-dijeron los otros, pero entonces ¿Nos quitamos el apellido unidades cuando estemos juntos?
-Noooooo -Dijo el 10 - No. Yo por ejemplo, seré una decena y 0 unidades
- ¿Y yo? -dijo el número 11- ¿Cómo me llamaré yo entonces?
-Muy fácil- explicó el número 10- tu serás una decena y una unidad
- Y ¿Yo?- dijo el 12 que sabía que siempre iba detrás del 11
- Tú serás una decena y dos unidades
- Ya sé -dijo el 13- entonces yo seré una decena y tres unidades
-Es muy fácil- dijo el 14- yo una decena y cuatro unidades
-Sí, sí,-dijo el quince- siempre que esté el uno va a ser una decena porque hay diez cosas juntas y luego, cinco, seis, siete, ocho o nueve unidades.
-Bien bien gritaron ya todos porque lo habían entendido
Y desde entonces en aquel país del frío hizo más calor, porque la profesora Rebeca, había explicado a unos niños que vivían en otro lugar donde a veces también hacía frío, esta historia de cómo las unidades se hicieron decenas.
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